En estos casos (qué remedio), abecé del fútbol: los entrenadores y los jugadores pasan, los equipos permanecen. O aquello de “El rey ha muerto, viva el rey”. Lloraremos todos (o casi todos) la marcha de Jagoba, pero la vida sigue, debe seguir, y el club ya se ha puesto de lleno a buscar al mejor sustituto posible dentro de las (escasas) posibilidades económicas y, confiamos, dentro del irrenunciable estilo de juego aguerrido. Y, no nos engañemos, no será fácil. Porque nunca lo es.

Jagoba encajó como un guante, y ahora, venga quien venga, hará falta una mutua adaptación, y hará falta paciencia y, salvo el improbable caso de que el equipo se salga en la tabla desde el primer día, llegarán esas incertidumbres de las que nos hemos librado casi siempre en los últimos años por tener un míster de confianza. Pero queda el legado de una plantilla consolidada en Primera, que sabe a lo que juega. En peores hemos estado, de peores hemos salido.