Es, quizá, la joya de la reforma. También la demostración de que la arquitectura moderna saca provecho a cada metro cuadrado. En la tercera y última planta del Palacio de Navarra, en la palomera, había varias estancias.

Una de ellas, alargada y justo en el hueco que dejaba el vértice del frontón del Palacio –el que da a la avenida Carlos III– estaba ocupada por una vieja y enorme máquina de refrigeración. “Era un sistema antiguo que ocupaba como un trailer”, ilustra Asiáin.

Durante la reforma, los arquitectos propusieron un cambio: aprovechar que ahora los sistemas de refrigeración ocupan muchísimo menos espacio para vaciar la estancia y montar allí una sala de reuniones.

El nuevo sistema de refrigeración ha liberado el espacio equivalente a un camión

En su lugar, el nuevo sistema de aire acondicionado ocupa la mitad de un despacho pequeño en una estancia contigua. Si la arquitectura aprovecha cada metro cuadrado, el avance tecnológico ofrece muchísimo más –potencia, capacidad...– en mucho menos de la mitad del espacio de antes. Viva la eficiencia.

El resultado es impresionante. La foto lo deja claro. La sala tiene una acústica tan buena que llama la atención. Por supuesto, no hace falta ningún sistema de audio. Ya es una de las preferidas y el personal de Palacio la pide para reuniones de cualquier servicio. Es un decir, pero hay codazos por usarla.

Queda bautizarla. En el Palacio ya existe el salón Joaquín Elizondo, en la planta baja. Ahora se busca un nombre de mujer, de navarra ilustre, para ponerle la guinda. El Gobierno va a organizar una votación para que sean los funcionarios los que elijan.